El mundo está lleno de retórica antigua
R. Barthes
I.
La
aparición de la polis en el mundo
griego, entre los siglos VIII y VII a.C., es un acontecimiento fundamental en
la historia del pensamiento occidental; una de sus consecuencias más
trascendentes fue la extraordinaria importancia que cobró la palabra sobre los demás instrumentos de poder. Los
asuntos públicos en general, que en períodos previos eran decididos por una
autoridad soberana, y especialmente los litigios entre los ciudadanos,
comenzaron a quedar sometidos al veredicto de un público al que era necesario
persuadir; nace así la τέχνη ρητορική (tékne retoriké): un sistema de conocimientos
elaborados, no para transmitir información , sino para generar en el oyente mediante
su instrumento, el discurso, πείθω (peitho), es decir, persuasión. A diferencia
de ‘convencer’ o ‘demostrar’, persuadir
es lograr que ese oyente decida realizar una acción determinada, proponiéndole
algo deseable, lo justo, ‘lo que se debe hacer’, lo admirable. Uno de los
primeros tratados sistemáticos de
retórica ( el de Trasímaco, anterior al de Aristóteles) por ejemplo, enumeraba
los recursos útiles para suscitar la compasión de los jueces ante el acusado y
moverlos a perdonarlo.
De este poder de la palabra, que sedujo y escandalizó a toda Grecia, ya
el pensamiento mítico había creado una
divinidad, la diosa Peitho, que formaba parte, claro, del cortejo de Afrodita:
Peitho se caracterizaba por los pensamientos sutiles y las palabras de miel. La
persuasión está así relacionada con el amor, la belleza, la seducción.. El
verbo peitho, a partir de entonces íntimamente
ligado a la retórica, tiene una interesante particularidad: cuando es utilizado
en voz activa, significa persuadir, seducir; pero cuando aparece en los textos
clásicos en voz pasiva, más precisamente en voz media, además de ‘dejarse persuadir’, otra acepción muy frecuente es…. obedecer, someterse. El poder de la palabra, su capacidad de
influir, de seducir, de generar
obediencia o sometimiento, aparece de esta manera, plasmado en esa lengua.Hasta aquí, muy sintéticamente, el análisis de Freud; en la escena siguiente, Ricardo da comienzo a sus andanzas y decide seducir a Lady Anne, viuda del príncipe de Gales, en el momento supuestamente menos propicio para concretar una idea tal: durante el cortejo fúnebre del suegro de la dama, que fue asesinado por… ¡Ricardo! ( poco tiempo antes había ultimado también al esposo). ¿Cómo es posible que tan descabellada empresa se lleve a cabo? Más aún, ¿cómo explicar que la escena no resulte inverosímil, sino por el contrario, una vez culminada luzca perfectamente coherente? Examinemos el texto:
En el monólogo inicial de la viuda se alternan lamentos y horribles maldiciones, que le desean el peor de los destinos al culpable de ambos asesinatos. Entra Ricardo y comienza el diálogo: él ordena violentamente a los sirvientes que se detengan, y ella lo llama diablo y ministro del infierno.
De inmediato, para dirigirse a ella, él cambia el tono de sus palabras: comienzan sus zalamerías, la trata de dulce, de santa, repite una y otra vez las alabanzas a su belleza y utiliza diferentes recursos para seducirla: mentiras, ironías. Ella mantiene el tono acre del monólogo inicial, pero gradualmente, comienza a utilizar en sus réplicas, los mismos términos que él, las mismas formas sintácticas.
Veamos algunos ejemplos:
Anne: Vouchsafe,
diffused infection of a man
(- Permite, divina
perfección de mujer)
(-
Permite, difusa infección de hombre)
R.: Fairer than tongue can name thee (…)
A.: Fouler than heart can think thee
(- Más bella que lo que una
lengua puede nombrar
(- Más
vil que lo que un corazón puede pensar)
(…)
R.: Never came poison from so sweet a place
A.: Never hung poison on a fouler toad
(- Nunca salió veneno de un
lugar tan dulce)
El tramo final del diálogo es directamente un coqueteo: él le regala un anillo, que ella se coloca, diciéndo:
A.: “To
take is not to give”
( “Tomar no es
dar”).
De esta manera el movimiento renegatorio, que comenzó al
intentar desconocer las consecuencias posibles de aceptar el diálogo, se
completa pretendiendo ignorar el significado
de colocarse un anillo regalado por quien la corteja: ha sucumbido al
veneno de las palabras de Ricardo, a la seducción de sus palabras, a la tentación
de obedecer.
El arte del poeta desnuda la
lengua: ésta no pertenece a nadie, las palabras que usamos siempre
vienen de otros. Pero a veces solo replicamos,
otorgando así, a algunas palabras escuchadas, a algunos discursos, el poder de
someternos. (Publicado en Elsigma.com)
[1] The Complete
Works of William Shakespeare, Gramercy Books, 1975, USA . Versión en castellano propia, basada en las
traducciones de Cristina Piña y Luis Astrana Marín.
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